jueves, 5 de abril de 2012

MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS (POEMA)


Cayó el rayo, bramó el trueno
y la tierra retembló.
Se removieron las tumbas,
en el vientre del Seol.
De llama el rojo encendido
en el horizonte ardió
y la noche en un instante,
a la tarde se tragó.
Las nubes un puro llanto,
de amargura derramó.
En medio de la tormenta
se percibía una voz
"Maldita vid de la tierra
es el hijo de mi amor,
¿y así me lo has torturado?
y por tí le envié yo.
¡Maldita seas mil veces,
que no merecer perdón!"

El Santo y su sacrificio
hasta los cielos subió.
Allí, delante del Padre,
por humanos abogó.
A los pies del Santo Padre,
con sangre pide perdón.
Por la sangre derramada
que aquel madero empapó
y desde el suelo clamaba
para los hombres: ¡perdón!

Padre, tú me los has dado
y por ellos morí yo.
Son... pollitos sin la clueca
son... ovejas sin pastor
ahora que estoy a tu lado
por favor cuídamelos.
No los entrampe el Diablo,
ni el mundo, ni imperfección,
que los quiero como a hijos
como a hermanos, o aún mejor,
son los amigos del alma,
trozos de mi corazón.

Yo me los llevé cautivos
y con ellos dejé el don
de predicar tu palabra
a todo hombre y nación.
Puse enfrente de sus ojos
de la gloria la visión,
y una antorcha que se extingue
para encenderse mejor,
con la vida incorruptible.
Por tu amor y por mi amor,
recíbelos como a hijos
en esta morada eterna
donde moramos tú y yo.
Desde ahora y para siempre
son la viña del Señor.

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