lunes, 21 de marzo de 2011

EL ALZHEIMER ¿DONDE VIVEN LOS RECUERDOS?

EL ALZHEIMER ¿DONDE VIVEN LOS RECUERDOS? Euquel da Luce. Hace apenas un mes, en una de esas noches gélidas que hemos sufrido este año, el Sr. Euquel convoca a la familia, esposa e hijos, son alrededor de las tres de la mañana y sus palabras no son halagüeñas pero si esperadas: “La mamá, la yaya, ya no está”, toda la familia como una sola persona se pusieron a llorar, casi en silencio, y allí estaba el cuerpo de una anciana de casi noventa años, aún con su rostro amable, como quien duerme y sus manos que habían abrazado y acariciado llenas de amor, permanecían cálidas y suaves como esperando las últimas caricias de los que la amaron y tanto amó.¿Quien era esta anciana, o mejor dicho quien había sido? Pues según cuenta su propio hijo, sus nietos y los que la conocieron, era una gran persona, una buena madre y una abuela como todavía quedan algunas. Como madre y esposa, sin tacha, trabajó toda su vida fuera de casa porque el hombre con quien se casó tenía a su cargo a sus padres envejecidos, sin pensión (que en aquel tiempo era cosa rara quien la tenía) y un jovencito, cuñado, en edad escolar. Nunca se quejó, fue una mujer feliz sirviendo a los demás. Por tener que cuidar a un hijo enfermo aprendió a poner inyecciones y a partir de ahí todo el barrio la requirió como practicante gratuita a cualquier hora de día o de noche, nunca dijo que no, y eran, tanto ella como su marido, generosos y espléndidos en lo que estaba a su alcance. Sus nietos dicen de ellos “No nos preocupaba para nada no tener juguetes por Reyes, los abuelos venían tres veces por año cargados como camellos con todo lo imaginable en juguetes, cuentos y juegos, eran increíbles”.Pero ¿Qué pasó? Pasó que a partir del fallecimiento de su marido un enemigo que no había sido invitado en el grupo de la familia entró sin llamar, una malévola sombra aún desconocida, de la que solo se saben sus efectos, comenzó a devorarle los pensamientos, a repetir y olvidar, repetir y olvidar, ella, que le encantaba pasear, se perdía por los caminos, siempre con la obsesión de volver a su casa, la casa de su juventud , donde en la confusión de su mente desarropada de pensamientos lógicos, pretendía encontrarse con su pasado, su marido su hijo joven y aquel entorno amado del paraíso perdido de sus pensamientos . Su mundo se truncaba cuando al buscarla la encontraban desorientada y perdida señalando a una arboleda donde ella decía que era el camino a su casa. Sus libros favoritos, La Biblia y “La arboleda perdida”,de Rafael Alberti, que le regaló su marido una tarde paseando por Las Ramblas de Barcelona, como dos enamorados que siempre fueron. En la primera página del libro, ella que siempre tuvo alma de poeta escribió.De paseo por Las RamblasComo novios cogidos de la manoMe regalaste La Arboleda perdidaQue hoy no es la mía.Porque estás tú a mi lado. A mi Don Juan (que así se llamaba su marido)Muy pocos años después, en la última página de ese mismo libro escribió lo siguiente.Una triste tarde de SeptiembreSe marchó muy lejos mi Don JuanY se quedó en tinieblas mi arboleda.Me siento perdidaSin tu cálida mano para andar por ellaLlévame contigo porque sin ti…También mi arboleda se ha perdido. Poco a poco se fue desorientando cada vez más hasta tener terror a salir a la calle por olvidarse hasta de su propia identidad y nombre. El Sr. Euquel dice que aunque hace poco que la enterró, no sabe en realidad en que momento murió su madre, porque llegó a hacer cosas inconcebibles en ella, el cuerpo y la mente van por libre, el instinto prima mientras la mente recorre campos desconocidos para los que les rodean, de eso no tienen conciencia. Dejó de reconocer a los suyos aunque algunas veces surgía algo de lucidez.Nunca dejó de ser amable y bondadosa, ya en su demencia mas profunda, como era pájaro mañanero se asomaba a la ventana de su habitación que daba a la calle y les mandaba un beso por el aire a las vecinas que esperaban el autobús para ir a trabajar y en sus últimos días de agonía que apenas podía respirar, si le acercaban la cara ponía un beso en la mejilla. Cuantos hemos compartido parte de nuestra vida con personas de esta calidad humana, hasta llegamos a pensar que es bueno ser un poco dementes.Su hijo cumplió el deseo de ella de ser enterrada junto a su marido, viajó hasta el otro lado de España, justamente la otra orilla, del Atlántico al Mediterráneo.Adiós Conchita. Por fin has encontrado el camino a casa. L. Vilches http://dosrosasblancas.blogspot.com/

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